jueves, 2 de junio de 2011

Hablando de... Cronos

Entre rato y rato hoy Jesús Ángel Rodríguez nos habla de la primera peli de Guillermo del Toro:
 
Cronos(Guillermo del Toro, 1991)

Hoy les voy a deleitar el gaznate con una rareza: Cronos, la primera película de Guillermo del Toro. Vi esta película hace porrón de años en la filmoteca de Cajaespaña y volví a hacerlo hace unos días en circunstancias y entornos menos institucionales. Ni yo ni casi nadie sabíamos nada de este joven cineasta cuya película, Cronos, había gustado mucho en Cannes, pero sí sabía que una película “fantástica” protagonizada por Sir Federico Luppi y el amiguete eterno de Del Toro, Ron Perlman, debía de ser sin duda interesante. En efecto, Cronos, a parte de ser un producto raro, atractivo y enigmáticamente entretenido es un cúmulo de situaciones chocantes en torno a la muerte, tema favorito de las bromas de todo buen mejicano que se precie. A pesar de un obvio presupuesto ajustado, Del Toro nos ofrece detalles y movimientos de cámara que ya le reclamaban como parte del cine fantástico hollywoodiense pero, a la vez, su toque “europeo” quedaba perfectamente contrastado. Como en todo buen cineasta, el humor, la ironía y la autoparodia de género no faltan prácticamente en ninguna escena de esta “tragicomedia vampiresca”. La fotografía, Ron Perlman y la propia sobriedad de decorados y ambientaciones provocan una sensación extraña desde la primera toma: es como asistir a un culebrón macabro y mágico. Pero son dos las cosas que marcan Cronos: primero una niña que presagia la gran capacidad de Del Toro para trabajar con niñas (véase el Laberinto del Fauno) y generar la empatía necesario del público y sobre todo, Luppi: no voy a extenderme en este actor. Baste decir que de haber nacido en EEUU o haber querido trabajar allí, De Niro, Pacino y Marlon Brando no le habrían echo ni media sombra. Ver a Luppi deambular por la pantalla es de por sí una espectáculo de sobriedad, verismo y virtuosismo interpretativo. Si se acaba transformado en vampiro dermatítico uno acaba por admitir que probablemente éstos existan.
 
Ya he comentado el humor negro mejicano que destila el guión: véase escena de la incineración del ataúd de Luppi para mayor gloria.
 
Como dije volví a verla hace un par de días. Pensé que sería lo mismo: no lo fue, pero casi. Luppi sí. Federico Luppi siempre es Federico Luppi. Y por si no la han visto, merece la pena. Sin duda había ya algo en su director que presagiaba un estilo personal de entender

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