jueves, 9 de diciembre de 2010

Hablando de... El círculo perfecto

Comenzamos la semana (lo que queda de ella) con fuerzas y con la crítica de Jesús Ángel Rodríguez: 

El Círculo perfecto

Hoy me he levantado y resulta que era jueves; así que toca recomendación personal de ésas que tanto joroban porque suenan a “como dijo Cioran en aquella ocasión…” Lo reconozco: estos días no he visto ni una peli “de estreno” así que les voy a calentar las orejas con la que yo considero una de esas joyas del cine que acaban abandonadas en un cineclub (cuando yo asistía a tal cosa): El círculo perfecto de Ademir Kenovic.

Breve sinopsis para empezar. Sarajevo en pleno sinsentido balcánico. Adis y Kerim, dos niños de siete y nueve años respectivamente, han encontrado refugio en casa de Hamsa, un poeta abandonado por su mujer e hijo. El poeta se empeñará en sacar a los niños de aquel infierno... bueno, a los niños y a un perro inválido.

No sabría por dónde comenzar a la hora de marcar las diferencias entre esta película contra el sinsentido de la guerra del resto de películas “supuestamente” antibélicas. En ésta no hay ni asomo de impostura, en el resto suele haberlo, a veces rozando la caricatura más abyecta. En esta historia los personajes (protagonistas y el resto de personajes de la atormentada ciudad de Sarajevo) no se hincan de rodillas, ni gritan “horror, horror”, ni observamos corresponsales tipo “estoy de vuelta de todo” que beben whisky en el último bar del mundo con sus atractivas barbas de tres días y sus chupas de marca. 


¿De qué va “El círculo perfecto”
Va de un poeta abandonado que apenas puede digerir la locura de una ciudad a la que, a pesar de todo, no puede abandonar: si el poeta se va ¿quién hablará en su nombre? Están los ciudadanos, que han aprendido que nunca se debe cruzar una calle inmediatamente detrás de otro, en “segundo lugar”: es seguro que un francotirador habrá tomado la distancia del primero que ya cruzó ileso… incluso aunque sea un perro: todo es materia de entretenimiento para la Muerte, que parece haber perdido la mesura. Va de un hombre que se pega un tiro en mitad de la calle cuando asiste asombrado a una trifulca de vecinos que casi acaba en tragedia: seres incapaces de entenderse incluso con respecto a una estúpida comunidad de vecinos. Va de dos niños, uno de ellos sordomudo (mejor para él), que han perdido a sus familias y que junto al poeta “amordazado” crean un (¿cómo llamarlo?) un círculo perfecto que intenta aislarse de una ciudad que se ha vuelto disparatada. Sin efectos extraños, mostrando la violencia mínima indispensable: es una película sobre la locura… no un museo gore para entretener al personal. 

Con esa técnica propia del mejor cine (ex)yugoslavo en las que en un plano secuencia pueden aparecer un mogollón de actores bailando y moviéndose a la vez como si rodar eso fuera la cosa más tonta del mundo, Adenir Kenovic mantiene durante toda la película un estilo técnico impecable, unas planificaciones que van de lo narrativo a lo poético sin romper jamás el ritmo, la emoción y la intensidad. De actores como Almedin Leleta sobran las palabras: es mejor verlo en acción.

¿Y al final? Al final el poeta logra escribir su poema… uno más pero probablemente el último, el más terrible de todos los que jamás hayan sido escritos en Sarajevo. Algún otro día les hablo del cine de Goran Paskaljevic: otro balcánico que, como Adenir Kenovic, sabe muy bien de lo que habla y de cómo contarlo: sólo emoción, nada de estridencias... no hacen ninguna falta para retratar el vacío.

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