jueves, 18 de noviembre de 2010

Hablando de... Facebook (La red social)

Como cada jueves, Jesús Angel Rodriguez nos habla de una película, hoy toca le toca el turno a "Facebook (La red social)" de Fincher. Esperemos que la disfruten:
 
 
Facebook (La red social)

“La red social” comienza en tromba: un diálogo magistral (como casi todos los del resto del film) que marca a fuego el carácter, motivación, virtudes y miserias del personaje principal. Su tratamiento y realización es puro virtusismo, generando uno de los dos momentos de auténtica genialidad en actuación (Jesse Eisenberg está para cualquier premio imaginable) y dirección.

El resto de la narración es predecible en Fincher: complejidad temporal y narrativa, montaje ultradinámico, dobles intenciones y depurada técnica en todo aquello que emprende. Resultado: magnífica, incluso deslumbrante cinta.


¿Cuál es por tanto la pega? ¿Si todo es magnífico, desde dirección de actores a puesta en escena, desde montaje a fotografía, el ritmo narrativo, el humor siempre presente, unos personajes empáticos y agradables para el público…? ¿Cuál es el problema?
Desde mi humilde punto de vista el único problema de esta cinta es el tema: la historia de un freaky (y sus colegas Hardvarianos) que inventa un “mega-blog-web 2.0” tiene menos dramaturgia que un pimiento morrón en salsa verde.

¿Culpa de Fincher o del guionista Aaron Sorkin quizás? En absoluto. Fincher y Sorkin ha creado una obra magnífica, a momentos memorable, pero es que no se pude sacar petróleo de un personaje de 21 años, sin vida personal, con un portátil pegado al culo. No hay dilemas éticos de interés. Ni uno. Bueno sí: la única persona que interesa a nuestro freaky es la única que no se interesa por su obra y talento. Es por eso por lo que la primera escena genera tanta genialidad: se une la técnica depurada a un dilema con el que la película nos promete esa emoción que luego no reaparece por ningún lado. Miento. Sí reaparace, al final, en una escena de profunda sabiduría y muy semejante en su intención a la escena final de “Revolutionary Road” de Sam Mendes. Nuestro freaky usa su “monstruo de Frankestein” para intentar “unirse al perfil” de su amada y luego se dedica a actualizar compulsivamente la página de FacebookTM, en la ilusión de que su amada le va a responder. Eso es dramaturgia y cine. Eso sí levanta los pelillos.

Puede que la diferencia entre dos peliculones como “El dilema” de Michael Mann y “La red social” de Fincher sea precisamente eso: que en una hay un dilema que atraviesa toda la película. En la otra, el dilema se diluye. El resto es “sólo” talento… pero ¡qué talento! eso sí.

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